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Quiero compartir mis pensamientos y sentimientos como el orgulloso padre de dos hombres homosexuales. Esto va dirigido a personas gays rechazadas por sus padres y a los padres que lo hacen, han pensado o sentido una inquietud en el corazón para dejar de hacerlo. Usaré las palabras gay, lesbiana u homosexual para referirme a todos los miembros de la comunidad LGTBQ.

La palabra “orgullo” no es de mis favoritas. Me suena a sentirse superior. Sin embargo, he aprendido que también tiene un significado positivo. El orgullo es lo opuesto a la vergüenza, y si hablamos del orgullo gay, es una vergüenza que por siglos la comunidad LGTBQ ha enfrentado en diversas sociedades, sociedades que los han obligado a esconderse y a vivir vidas que no son las suyas.

El orgullo es una respuesta a la crítica y al afán que muchos tienen de imponer, de dominar a su prójimo, de sentirse con el abusivo derecho de dictarles a otros cómo deben vivir sus vidas, cómo deben verse a sí mismos o cómo deben ser llamados. “No, tú naciste hombre y así te veré y llamaré”. “No, tú eres mujer y así debes verte”. “No, tú tienes vagina y deben gustarte los penes”. “No, tú tienes pene y debes disfrutar de las vaginas”.

Por eso, ahora entiendo lo que la comunidad LGTBQ celebra con orgullo en este mes. Celebran la oportunidad de expresar lo que sienten y mostrarse como son, sin miedo, sin vergüenza. Su orgullo es reclamar un derecho básico a existir, a ser seres humanos libres de ataduras y de hipócritas imposiciones que exigen perfección cuando ninguno de nosotros es perfecto, que exigen pureza cuando Jesús dijo “el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. El orgullo gay es la libertad esencial de amar y sentirse amado, sin miedo a ser condenados, ofendidos, golpeados, asesinados o encarcelados, como sucede en muchos lugares del mundo.

Tengo cuatro hijos. Como padre, no hay mayor anhelo que verlos felices y libres, aunque a mí me guste o no lo que hacen. Sí, uno como padre construye expectativas, pero al final se trata de la vida de ellos, no de la tuya. Ellos tendrán que aprender lo que es bueno para sus vidas y lo que no. Pero esto aplica a cualquier hijo, sea homosexual o no, porque ser homosexual no es una enfermedad, ni una desviación, ni un pecado, ni una decisión. El que es gay, es porque así lo es, igual que tú eres heterosexual. No hay causa alguna, y si ningún humano tiene porqué estar obligado a justificar sus preferencias, mucho menos tendría porqué justificar o validar su condición natural, especialmente cuando esta condición no le hace mal a nadie.

Por todo esto, como padre de hijos gays, les digo a los gays que son rechazados por sus padres: no desesperen, no caigan en el victimismo y el rechazo recíproco, no sientan que no valen porque quien debe valorarlos no tiene la capacidad de hacerlo. Les garantizo que no es su culpa y a veces tampoco de los que los rechazan. Ese padre o madre que los rechaza fue educado así, enseñado a imponer, a que todo debe ajustarse a un molde. Ese padre que hoy los aborrece y se avergüenza de ustedes, probablemente es una persona llena de miedos, atormentada por creencias infundadas o ideas religiosas que han manipulado la verdad, y él o ella se lo han creído. No me imagino a Cristo o a Buda rechazando, ofendiendo, juzgando, criticando o condenando a ningún ser humano por ser homosexual. Si viven el rechazo de un padre o una madre, les digo: tengan paciencia, no caigan en el juego del odio y del revanchismo, no ofendan ni agredan a sus padres, no los juzguen, no les exijan que los acepten, no reaccionen con coraje y con agresión. Simplemente ámenlos y traten de demostrárselos lo más que puedan. Con el tiempo verán que este es el mejor camino.

Levanten la frente con dignidad. Si son jóvenes y dependen de sus padres, esfuércense para pronto dejar de hacerlo. El primer paso hacia su tranquilidad es ser ustedes mismos y valerse por sí mismos.

Nunca cometan el error de valorarse tan poco que acepten ser sometidos o negar su realidad solo por miedo a perder el apellido, la herencia o las comodidades. En la vida hay una sola persona con quien viviremos siempre, y que es la persona más importante, y su opinión sobre lo que somos y cómo vivimos nuestra felicidad es la que más vale: esa persona es uno mismo.

 

Entendiendo el rechazo

Y a ti, padre o madre que amas a tus hijos gays -porque yo sé que los amas- pero no sabes cómo expresar ese amor, no pretendo decirte que hagas lo que yo digo, pero sí deseo que estés consciente de lo que estás haciendo.

Cuando tú rechazas a un hijo por ser homosexual, estás ejerciendo el desprecio más bajo que un humano puede manifestar a otro. Estás en el nivel más bajo de la empatía y el humanismo, porque desprecias a tu propia carne y tu propia sangre porque nacieron de una forma particular. Es el mismo desprecio que practican los racistas. Así como tú piensas que en tu hijo hay algo mal que lo hace menos humano o menos digno, así pensaban los esclavistas de las personas de raza negra. Cuando rechazas a tu hijo por ser homosexual haces lo mismo que hizo Hitler con los judíos: rechazas al otro porque nació como parte de un grupo al que consideras inferior.

 

¿Tolerancia, inclusión o amor?

Ahora hablemos de tolerancia. ¿Deberías tolerar a tus hijos? Es un sentimiento muy pobre, aunque menos malo que el rechazo. Pero mejor déjale la tolerancia a los fanáticos políticos y religiosos, eso no es para dárselo a un hijo.

¿Prefieres hablar de inclusión? Si las organizaciones más progresistas del mundo, los gobiernos y las empresas están cambiando y fomentando la diversidad y la inclusión, ¿por qué no tratas de empezar por allí?

Pero yo te propongo dar un paso más allá. ¿Por qué no mejor piensas en la empatía y la compasión? Y aclaro, compasión no es sentir lástima por otros. Mírate en un espejo y pregúntate quién eres y por qué trajiste hijos al mundo. Piensa en que esos seres humanos no son tú, ni tú eres ellos. No cometas el error de pretender replicar tu vida en la de ellos o realizarte a través de ellos. Si estás frustrado por quién eres, no les hagas a ellos lo que alguien quizás hizo contigo. Aquí no se trata de aceptar o no la homosexualidad o ver a tus hijos solo a través de esa etiqueta. Ellos son criaturas que amaste de pequeños, que te trajeron alegría y satisfacción, que tocaron tu corazón en algún momento. Quizás nunca lo has pensado, pero si eres una buena persona, la única razón por la que los trajiste al mundo fue tu necesidad de amar, por un lado, y también tu destino y el de ellos. No es casualidad que ellos sean tus hijos y tú su padre o madre.

Una invitación final

Hoy, en lugar de vivir lleno de odio y tormento, acepta que ellos son seres individuales, únicos, con el mismo derecho que tú a explorar la vida, a acertar o equivocarse en sus decisiones. Ve a tus hijos gays como seres que, al igual que tú, tienen el derecho de existir y vivir en libertad, sintiéndose amados y aceptados. No los castigues por un crimen que no existe, no te castigues pensando que eres culpable o responsable de su homosexualidad y arremetas contra ellos por tu impotencia. Mejor serénate, abre tu corazón, y practica la compasión, que es, simplemente, la capacidad humana de caminar de la mano de quien vive una situación difícil, o por lo menos una situación que la sociedad hace difícil. La vida no es sencilla para nadie, y encima de ello, ¿quieres hacerla con tu desprecio más difícil y dolorosa para tus hijos?

Ojalá todos comprendiéramos que en el universo las cosas no son solo negras o blancas, sino que hay matices. No siembres en tu vida la amargura del repudio y el rechazo. No te prives de la oportunidad de abrazar a tus hijos y decirles que los amas. No pretendas que con tu odio y juicios los harás más machos o más hembras. Hoy te invito a relajarte y dar un primer paso: mira a tus hijos a los ojos y, sean quienes sean, hagan lo que hagan, sientan lo que sientan, diles “te amo y te acepto simple y sencillamente porque eres un ser que provino de mí y quiero que seas feliz, en tus términos, no en los míos”.

Date permiso, padre o madre: es hora de que aprendas a abrazar el arcoíris. Tus hijos te necesitan.

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