¿Te has dado cuenta de que no solo mantenemos relaciones con las personas, sino también con prácticamente todo lo que nos rodea? Tal vez no lo habías pensado de esta manera, pero tú tienes una relación con el dinero, con la comida, con el trabajo o la escuela, e incluso con la memoria de tus antepasados. En resumen, prácticamente tenemos relaciones con todo.
Porque cualquier relación que no se gestione adecuadamente puede causar conflictos. Si tienes problemas con el dinero, la autoridad, o cualquier otro ámbito, es probable que tu relación con ese aspecto no sea la más saludable. Todas nuestras relaciones influyen en los eventos que ocurren en nuestra vida. Si no las manejamos de manera consciente, estas relaciones pueden ser una fuente constante de malestar o de crecimiento, dependiendo de cómo nos relacionemos con ellas.
Somos seres complejos. No solo tenemos un cuerpo físico, también contamos con varias dimensiones no materiales, como la mente consciente, el subconsciente, el inconsciente, el ego, y muchos creemos también en la existencia de un espíritu o alma. Esas mismas complejidades se reflejan en nuestras relaciones, no solo con otros humanos, sino con todo lo que nos rodea.
Por ejemplo, cuando interactúas con otra persona, es común que surjan emociones como la ira, la tristeza o la alegría. Lo mismo ocurre con las cosas que forman parte de tu vida diaria. Pongamos un ejemplo simple: si cierta música te pone triste, esa emoción indica que tienes una relación particular con esa música. No solo interactuamos con las cosas, sino que con muchas de ellas establecemos relaciones más profundas.
No todas las interacciones que tienes con las cosas o situaciones se convierten en relaciones. La diferencia clave está en el impacto emocional. Si algo te genera una emoción que persiste y se convierte en un sentimiento, entonces has formado una relación con eso. Esto puede aplicarse a cualquier cosa: objetos, situaciones, actividades, etc.
Un ejemplo concreto: si el fútbol te es completamente indiferente, no tienes una relación con este deporte. Sin embargo, si te gusta mucho o eres fanático, entonces sí mantienes una relación con él. Y es aquí donde entra la importancia de evaluar si nuestras relaciones son saludables o no.
Si una relación te afecta demasiado en términos emocionales, ya sea para bien o para mal, probablemente no sea del todo saludable. Por ejemplo, si cuando tu equipo de fútbol gana te sientes eufórico, pero cuando pierde te sientes deprimido y eso arruina tu día, tu relación con el fútbol podría no ser muy saludable. Esto se extiende a otros aspectos de la vida, como nuestras aficiones o incluso el dinero.
Hablemos de una relación que la mayoría de nosotros compartimos de alguna manera: la relación con el dinero. ¿Te has dado cuenta de cómo cambia tu estado de ánimo el día que te pagan? Muchos nos sentimos contentos, tranquilos, pero cuando empezamos a pagar nuestras cuentas pendientes, esa calma se convierte rápidamente en preocupación o ansiedad. Lo que antes nos hizo felices, el dinero, ahora nos causa malestar. Esto ocurre porque no tenemos una relación saludable con el dinero.
Es importante observar cómo te sientes en relación con el dinero. ¿Qué emociones te provoca? Reflexionar sobre estas emociones te permitirá identificar si tu relación con el dinero es sana o si necesitas trabajar en ella.
Comprender que tenemos relaciones con todo es fundamental, porque TODAS nuestras relaciones influyen en cómo nos sentimos, pensamos y actuamos. Además, definen en gran medida lo que sucede en nuestras vidas. De hecho, estas relaciones generan lo que se conoce como karma.
El karma es un concepto que proviene del sánscrito y significa “acción” o “hecho”. Es la ley de causa y efecto: toda acción genera una reacción. Aunque a veces se malinterpreta, el karma no se refiere solo a castigos o consecuencias negativas, sino a todas las reacciones que se generan a partir de nuestras acciones.
Toda relación produce karma porque todo lo que sentimos, pensamos, decimos o hacemos genera una consecuencia. Nuestras emociones y hábitos también generan karma. Así como tener una mala relación con el dinero puede traerte preocupaciones, una buena relación con él puede traer abundancia y prosperidad.
El karma también deja una marca en nuestras vidas, conocida como samskara. Los samskaras son huellas o impresiones que nuestras acciones dejan en nuestra mente. Estas impresiones pueden afectar profundamente nuestra vida y destino, ya que condicionan nuestras emociones y comportamientos futuros.
Imagina los samskaras como los surcos que deja un arado en la tierra: entre más profundos sean estos surcos, más difícil será que el agua siga otro camino. De manera similar, nuestras impresiones kármicas condicionan el flujo de nuestra vida, a veces de forma inconsciente.
Durante muchos años, a pesar de tener una carrera exitosa, tenía una mala relación con el dinero. Llegué a tener miedo de ganar mucho dinero, lo cual afectaba mi vida económica. Fue a través de una sesión de Constelaciones Familiares que pude empezar a trabajar con esta relación y experimentar un cambio significativo. Años después, comprendí que lo que había trabajado en aquella terapia no era otra cosa que impresiones o samskaras relacionadas con el karma de mis antepasados.
Hoy en día, sigo trabajando en mejorar mi relación con el dinero, y aunque cometo errores, he aprendido a reconocer y transformar estas impresiones para vivir en mayor abundancia y tranquilidad.
No solo mantenemos relaciones con las personas, también las tenemos con objetos, situaciones e incluso nuestras emociones. Cada vez que algo nos genera una emoción recurrente, estamos formando una relación con ello. Estas relaciones pueden influir profundamente en nuestra vida, generando karma y creando impresiones que afectan nuestras emociones, pensamientos y acciones.
Al ser conscientes de nuestras relaciones con todo lo que nos rodea, podemos empezar a transformar aquellas que no son saludables y crear un mejor destino para nosotros mismos.
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